El pasado 23 de febrero se cumplieron 25 años de que mi amigo, don José Barba, junto a siete compañeros denunciaron públicamente por primera vez a Marcial Maciel Degollado, “padre fundador” de la congregación de los Legionarios de Cristo.
La expresión de don José en el sentido de que llegó a desear no amanecer con vida, nos habla de la gravedad del daño que él y sus siete compañeros sufrieron por los abusos sexuales cometidos por Maciel, un hombre a quien el Vaticano llegó a considerar candidato a la santidad.
Durante estos 25 años estos valientes hombres fueron objeto de infamantes ataques desde las más altas cúpulas de la poderosa iglesia católica, especialmente durante el pontificado de Juan Pablo II. Todo el poderío económico y político de la “Santa Sede” fue enfocado para la protección de Maciel y para tratar de desprestigiar y destruir moralmente a Barba y sus compañeros. El hoy santo Juan Pablo II logró salvar a su protegido, pero no así logró derrotar a estos ejemplares ciudadanos que hoy siguen en pie de lucha, aunque varios de ellos ya no estén entre nosotros.
[Recomiendo este artículo del periódico español El País: leer]
¿Qué pasó con los preceptos evangélicos? ¿Dónde quedó la compasión? ¿Ya no significa nada la advertencia de Jesús a sus Discípulos: “Pero si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar.” (Mateo, 18:6) (cita)
Los Legionarios de Cristo en un mensaje de un capítulo general extraordinario en el año 2014 manifestaron: “Nos apenan que muchas víctimas y que las personas afectadas hayan esperado en vano una petición de perdón y de reconciliación por parte del P. Maciel y hoy queremos hacerla nosotros, expresando nuestra solidaridad con todas ellas”. (ver)
Esto se ha quedado en palabras y nada más. ¿Por qué no ha habido un desagravio público para don José Barba y sus compañeros? Si ni siquiera les han pedido una disculpa pública y formalmente, mucho menos les han reparado integralmente el daños; no han sido indemnizados, lo que inevitablemente lleva a la triste conclusión de que la iglesia sigue engañando, y sigue en su actitud prepotente; sin embargo, y como bien dice mi amigo Jenaro Villamil: Don José Barba y sus compañeros han ganado la batalla moral e histórica; ha triunfado la verdad.
Nadie podrá decir que ellos se acobardaron ante esa iglesia imperial que hoy por hoy sufre, por su incongruencia, una de las mayores crisis de su historia.
Seguiré, junto a otros activistas, especialistas y periodistas, apoyando esta causa y denunciando el actuar de los Legionarios de Cristo contra estos héroes que derrotaron a la voluntad de no saber del Goliat apostólico y romano.
Que sus nombres no se borren de la historia:
-Félix Alarcón Hoyos
-José Barba Martín
-Saúl Barrales Arellano
-Alejandro Espinosa Alcalá
-Arturo Jurado Guzmán
-Fernando Perez Olvera
-José Antonio Pérez Olvera
-Juan José Vaca Rodríguez
Soy afortunada por poder unirme a estas causas humanitarias para ir, poco a poco y todos juntos, deteniendo la impunidad y la injusticia, venga de donde venga la agresión. Nada me alegra más que poner mi grano de arena, contribuyendo en la difusión de estos casos tan difíciles de los que no todo mundo quiere hablar; aunque el triunfo no esté hoy manifiesto.
Oremos.
Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.