Carta abierta a Cristina Sada Salinas

 12/11/2014 - 01:22

Mi querida amiga y colega:

 

Apenas ayer coincidíamos usted y yo en que la abundancia que no se comparte genera dolor, se trasmuta, se convierte en la esencia misma del sufrimiento. Hoy conversaba con Javier, mi compañero de cuarto, en la terraza del hostal. Y digo que conversábamos por tomar la palabra más a mano, lo que hacíamos en realidad era compartir el espacio de un cigarro sin ponerle mucho énfasis a la plática. Pero no pude conmigo y de pronto mencioné a Dios, la inteligencia infinita, el Todo del cual formamos parte. Javier empezó a quejarse del sistema. El sistema permite que el dueño del hostal llegue cada día a recoger la recaudación, sin preocuparse en absoluto sobre la operatividad del lugar. Que por cierto funciona de maravillas, los recepcionistas y las recamareras son amables y solícitos, los pisos brillan, los baños están limpios y bien provistos, las duchas son eficientes y el agua caliente abunda, los huéspedes no desentonan y el precio es más que justo. Y esto es así a pesar de la perfecta inutilidad de su dueño. No lo he visto, pero dice Javier que es un hombre al que la amargura le brilla en la cara, si me permite el oximoron. Usted y yo sabemos que los empleados ganan una miseria, las sobras de la riqueza, que son el eslabón más débil de la cadena, los fusibles, los remplazables, los supuestamente prescindibles. Y sin embargo son felices, se les nota. Gente con traumas, miedos, carencias, pero uno de ellos se está riendo ahora saludablemente detrás del mostrador de la recepción por algo gracioso que le dijo su compañero, que también se ríe. El único que no lo hace es el dueño. El dueño sufre. Tal vez sea por gota, la enfermedad de los avaros. O puede que su esposa lo maltrate y lo humille. Será un solitario de los que mueren cada día sin quién los llore, será la úlcera que no le permite comer lo que tanto le apetece ni emborracharse a gusto como lo hacía antes, la diarrea o la impotencia sexual, el desprecio de su entorno, serán los juanetes, pero el hombre la pasa mal, su existencia es amarga. Abundancia no compartida, dolor crónico.

 

Vaya con suerte quien se cree astuto/porque ha logrado acumular objetos/pobre mortal, que desalmado y bruto/perdió el amor y se perdió el respeto.

 

Para cerrar la paradoja, un verso de Silvio Rodríguez, icono artístico de la izquierda latinoamericana, millonario entre los pobres.

 

***

 

Las leyes del Universo, o las leyes de Dios si prefiere, a veces parecen no ser justas. Suele decirse que la vida no es demasiado seria en sus cosas, y el sistema es una prueba irrefutable de ello. Frente al hostal hay unos vendedores callejeros, outsiders económicos, emancipados de ese dios de oropel que quieren imponernos a través de múltiples caras, el éxito, la fama, el número de likes por una publicación en Facebook (dios de la tecnología, no me desconectes ni de noche ni de día), el liderazgo social, los partidos políticos, las religiones diversas, el sistema pues, el mecanismo perverso que nos estrangula con su mano omnipotente, nos mata a balazos, se hace el distraído, cobra impuestos, acelera o frena la economía según sus mezquinos intereses, nos enferma de cáncer y nos manda a Houston o a una fosa común según te haya tocado en la tómbola de la vida porque la vida es una tómbola, tontontómbola, la vida es una tómbola de luz y de color, una hoguera de vanidades, los sueldos obreros cada vez más bajos, los ricos cada vez más ricos, todo es dinero, dinero, dinero, tanto tienes tanto vales, hay que acumular energía porque el mundo se va a acabar y si el mundo se acaba yo me encierro en mi búnker y el resto que se joda, mientras tanto matan a tus hijos, a tus hermanos, al amor de tu vida, ¿qué te pasa, pueblo? y te lo pregunto llorando. Parece que no me afectara, incluso trato de no opinar sobre la barbarie que nos ocurre y que tratamos de ocultar refugiándonos en nuestro drama personal. Tampoco vine a juzgar, ni a hacer un racconto de los males que nos aquejan. No es para eso que decido sentarme a escribir y compartir lo que salga. Puede respirar en paz, querida amiga, traigo un mensaje de esperanza. No porque me crea un iluminado ni el pensador de Rodin. Lo que sí soy es un orgulloso buscador, un curioso insaciable. Y de tanto buscarle a veces encuentro algo.

 

Abundancia que no se comparte genera sufrimiento. No es una opinión, no es el parecer de Jorge Vecellio o Fulano de Tal. Es así. Y quien no me crea que abra los ojos y lo compruebe en su historia personal y en las personas a su alrededor. Compartir la abundancia es multiplicarla. El mismo principio aplica al amor. Y a la violencia. Muera Peña Nieto es lo mismo que muera cada una de las víctimas que estamos llorando. Muerte es muerte. ¿Acaso es más muerte lo que queremos? Que un policía golpee a un manifestante es exactamente igual a que un manifestante golpee a un policía. A poco es tan difícil de entender. Sonríele al mundo y el mundo te sonreirá. Cosechas lo que siembras. Estamos rodeados de verdades, imanes pegados en el refrigerador, organizamos nuestros días en agendas decoradas con frases tiernas y de autosuperación, pagamos por clases de yoga, por sesiones de terapia. Nada nos falta para despertar. ¿Para qué están ahí los tremendos espectaculares y toda la millonada que gasta Coca Cola en publicidad? ¿Es que nadie lee los carteles de Coca Cola? Toma lo bueno. Haz feliz a alguien. Comparte tus alimentos y sé amable con los demás. De verdad que Dios ya no sabe qué hacer para mostrarnos el camino. Y mira que le preguntamos. Ayúdame diosito, virgencita plis, ángel de la guarda dulce compañía, ommm, ommm, como loros, repite y repite. ¿Y si empezamos a mirar para adentro? ¡O al menos para afuera! ¿Si empezamos a observar el mundo del que formamos parte sin prejuicios, sin juzgar a través de nuestro dolor y nuestro rencor personal? ¿Qué cree que pasaría?

 

***

 

Abundancia que no se comparte es sufrimiento. Eso nos explica por qué o para qué existen ricos y pobres, maestros y alumnos, fuertes y débiles. Como toda ley universal, exacta, justa, restituyente del equilibrio natural. Como es adentro es afuera. Como es arriba es abajo. Reciprocidad hermenéutica. Por eso decido sentarme a escribir, conversar con cada Javier que me encuentre y compartir información, ayudarme a través de los otros, conocerme a través de ellos, ponerle mi grano de humanidad al mundo. Comparto también el dolor de nuestros muertos, la soledad irreparable en que dejan a sus seres queridos. No entiendo cómo fue necesario que lleguemos hasta aquí sin ver que la violencia solo lleva a más violencia y más dolor. La violencia es una facultad del hombre puesta en él para permitirle la supervivencia, no se trata de algo malo por antonomasia. A todos nos duele algo, también el dolor es inherente a la naturaleza humana. La violencia aparece como reacción al dolor, pero no lo calma sino que lo expande. Por supuesto que indigna ver cómo los responsables de las masacres se hacen los desentendidos y estrenan casas blancas de cimientos oscuros, a mí también me dan ganas de decirle más de cuatro cosas a esa gente; si lo hiciera me expulsarían del país en dos minutos. Por eso me callo. Aunque llevo casi diez años viviendo y trabajando en México, mi condición de extranjero me impide opinar públicamente sobre cuestiones internas del país; una restricción constitucional que nunca me había pesado tanto como ahora.

 

***

 

Me obligan a tratar lo general en desmedro de lo específico, limitarme a señalar que la violencia desmedida y el culto a la muerte han sido una constante sobre el final de cada ciclo histórico, como aconteció con mayor claridad en el ocaso de la Edad Media y el surgir del Renacimiento, por lo cual esto que no pasa no es sino otra prueba de que estamos ante un nuevo cambio de ciclo y que debemos adaptarnos a él reformando nuestra forma de actuar hasta el día de hoy. Repetir los mismos actos y esperar resultados diferentes es cosa de locos, palabra de Einstein. Cada uno de nosotros debe cambiar puesto que el mundo está cambiando y es necesario adaptarnos al nuevo entorno. Pero no puedo. Me viene a la memoria Boogie el aceitoso, un asesino a sueldo, diciendo que la principal causa de la violencia en el mundo es que unas personas les quieren quitar la comida a otras, mientras le clava a Vilma un tenedor en la mano por tomar una papa frita de su plato. Elegimos la mezquindad a la abundancia, de ahí proviene el sufrimiento, de ahí la violencia y la muerte. México lindo y querido, si muero lejos de ti ya saben de sobra qué hacer conmigo. Y si muero aquí que sea de amor, que no me arranquen antes de tiempo. Que ya no asesinen a quienes amamos, por piedad, tócales el corazón, muéstrales que se hacen daño a ellos mismos.

 

***

 

Otra vez me quedo con ganas de seguirle escribiendo, mi amiga. Admiro su búsqueda, me provoca inspiración. Quedó en el tintero un análisis sobre la riqueza y la pobreza de Thomas De Quincey, uno de mis autores favoritos, que ojalá pueda compartirle en una carta futura. Dicen que la situación se puso tensa en algunos lados, que en San Cristóbal quemaron y bombardearon tiendas, que la gente sufre y reacciona con violencia. Pero que también se están organizando marchas pacíficas, de muchas almas pidiendo el fin de tanto sufrimiento sin sentido. Celebro que todavía nos una el amor más que el espanto.

 

Me despido con el cariño de siempre.

 

Atentamente,

Jorge Vecellio

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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