El Papa, los homosexuales y México

 10/20/2014 - 20:55

¿Por qué en estos terribles momentos de la vida nacional a los mexicanos nos debe importar la postura del Papa Francisco respecto a la diversidad sexual, y otros temas polémicos relacionados con el concepto de familia, tratados en el sínodo recién concluido?

Los medios de comunicación de todo el mundo han destacado que el pontífice, aunque no alcanzó la mayoría necesaria —dos tercios del voto entre los obispos asistentes— para formalizar la apertura de la Iglesia respeto a los puntos más álgidos, ha dado un paso histórico al dejar claro el mensaje de que hará todo lo que le sea posible por dejar atrás la milenaria "rigidez hostil" del Vaticano respecto a la diversidad sexual y el modelo tradicional único de familia, pues como él mismo afirma, "la Iglesia no debe temer al cambio". (liga)

En este mismo espacio de opinión he criticado duramente la falta de firmeza institucional del Vaticano respecto al tema más urgente, que a mi juicio, versa sobre los obispos encubridores de sacerdotes pederastas, así como el apoyo que Francisco dio (tal vez orillado por las fuerzas conservadoras) para consumar la canonización de Juan Pablo II, máximo protector del fundador de los legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Sin embargo, hoy debemos reconocer que, enfrentando una muy fuerte oposición entre la alta jerarquía vaticana, ha mostrado valor y decisión de buscar construir una Iglesia más liberal, justa y humana.

A nosotros los mexicanos, que vemos el espectáculo macabro de un México convertido en una gran fosa clandestina —como dijo el Padre Alejandro Solalinde—, nos debe importar mucho este cambio de rumbo en las altas esferas de la política católica, pues para bien y para mal, esa Iglesia sigue teniendo una enorme influencia sobre todo lo que ocurre en nuestro país, y por lo mismo, nos convendría poder contar con una institución más abierta, menos enfocada en condenar y más en apoyar las luchas por los derechos humanos de mayorías y minorías, los cuales hoy son marginados y despreciados.

La apertura de Francisco en temas como la sexualidad y la familia es un gesto político de la mayor relevancia, ya que va en la línea de esa parte de la Iglesia que históricamente ha estado del lado de los menos favorecidos entre nosotros. No nos sorprendamos de que quienes han estado, al menos en apariencia, cumpliendo con las formas que dicta la actual rígida estructura, se resistan y escandalicen, pues su "sacrificio" por llevar una vida “correcta” ya no los va a diferenciar tanto de aquellos que se han “extraviado”. "¿Acaso deberé comulgar en la misma fila que personas abiertamente gays o vueltas a casar? ¡Qué horror!", pueden llegar a exclamar, ya que ellos sí que se sienten puros.

Sería de gran ayuda que en estos precisos momentos las y los religiosos progresistas que difícilmente escalan en la jerarquía institucional por su apego a los evangelios, contaran con el respaldo de una Iglesia compasiva y solidaria, como esa que efectivamente y a pesar de la cúpula retrógrada, representan personas como el propio Solalinde, el obispo Raúl Vera, los sacerdotes de la línea de Raúl Lugo en Mérida, Pedro Pantoja en Saltillo, Elías López, José Francisco Gómez y Luis Eduardo Villarreal, así como la Hermana Consuelo Morales, fundadora de CADHAC, en Monterrey. Esos hombres y mujeres que en gran número honran la herencia de personajes de la talla de Samuel Ruiz y Sergio Méndez Arceo, y que saben leer el Evangelio a la luz del mensaje principal de Jesús: Ama a tu prójimo como a ti mismo, y antes que nada, ve la viga en tu propio ojo y no la paja en el ajeno. En pocas palabras, así como no condenamos a un hijo nuestro cuando está aprendiendo a caminar si se cae en repetidas ocasiones, dejemos de condenar a nuestro prójimo, si acaso, ante nuestra mirada, creemos que él se cae.

La semana pasada los obispos de Guerrero manifestaron públicamente su indignación y denunciaron que la desaparición de los 43 jóvenes normalistas es parte de un fenómeno de violencia que ha cobrado miles de víctimas en los últimos años. Desgraciadamente esta denuncia no ha sido, hasta el día de hoy, secundada institucionalmente por la máxima jerarquía de la Iglesia católica mexicana (Nota). Esa máxima jerarquía está urgida de renovación. Nuestras desigualdades sociales sí son un grave pecado mortal, que ella rara vez señala, como tampoco señala los abusos del sistema neoliberal que hace cada día más ricos a unos cuantos multimillonarios en este país, dejando a las mayorías en la misera.

Considero que cualquier paso hacia la humanización de nuestros sistemas económicos, políticos o religiosos, debe de ser aplaudido por quienes soñamos en un mundo en el que se respeten todas las formas de pensar que no lastimen a alguien más. Creyentes y no creyentes debemos festejar el extraordinario avance que significa siquiera debatir estos temas en un sínodo, pues aunque se trate de asuntos que al parecer no tienen nada que ver directamente con los crímenes de Estado que se están cometiendo contra nuestros jóvenes mexicanos, son el inicio de un andar en la dirección correcta, en el camino al respeto de los derechos humanos y la libertad de todos y cada uno de nosotros.

Basta ya de mantenerse en los altares volteando a ver con menosprecio y exclusión a la feligresía que no siga los dictados rígidos de la Iglesia, que por cierto, ya casi nadie practica. ¿Acaso los mismos sacerdotes los siguen? Está comprobado que un alto porcentaje de ellos no respetan ni siquiera el voto de castidad (liga), para no dar ahora las cifras sobre el abuso sexual de menores que proviene de ellos mismos, cobijados por las altas jerarquías.

Bravo por cualquier avance hacia una humanidad sincera y comprometida con ideales de amor, justicia y caridad. Hagamos el esfuerzo de crecer en todas estas virtudes. Observemos cada vez que nos quedemos cortos, o cuando incluso nosotros somos crueles y egoístas.

A todos nos conviene esa nueva Iglesia amorosa, incluyente, hoy imaginada y defendida por el Papa Francisco. Los mejores católicos que conozco no juzgan, sino ayudan y abrazan a su prójimo. Continuamente me dan ejemplo de caridad cristiana.

Esta semana de protestas por Ayotzinapa, seamos parte de ellas o al menos comprendamos que en ellas se exige un ¡ya basta! por parte de nuestra juventud mexicana que, como en el 68, nos da lecciones de participación e indignación ante el régimen fascista que hoy nos gobierna.

Imagen de cristinasc
Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

Follow the author on         or visit   Personal Blog