El sí a Jesús se firma con una Cruz

 06/19/2016 - 17:55

Estimados amigos:

 

El Padre Elías López generosamente nos comparte domingo a domingo sus homilías, llenas de sabiduría y sensibilidad genuinamente cristianas. En esta ocasión comparto sus palabras valientes, que nos interpelan y nos colocan cara a cara con la alta responsabilidad que implica ser auténticos seguidores de Jesús, de ese “Jesús de la fe, misericordioso y compasivo que perdona a la mujer pecadora y se deja abrazar y besar por ella”, y no de aquél “Cristo de la religión” que excluye, separa y discrimina. Gracias padre Elías. Sigamos festejando este Día del Padre con la alegría de este anuncio de fe y esperanza.

 

 

Cristina Sada Salinas

 

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EL SÍ A JESÚS SE FIRMA CON UNA CRUZ

 

(Evangelio del XII domingo ordinario Ciclo C: Lc 9,18-24)

 

En el evangelio de este domingo Jesús nos llama a cuentas, nos interroga, nos hace preguntas incómodas.

La primera pregunta, actualizada, podría ser formulada así: ¿Qué piensa la gente del Jesús que los creyentes les presentamos? ¿Es acaso el Jesús de la fe, misericordioso y compasivo que perdona a la mujer pecadora y se deja abrazar y besar por ella? ¿O es el Cristo de la religión, representado por Simón, el fariseo, que juzga y condena a la mujer y evita cualquier contacto con ella? (Lc 7,36-8,3). La segunda pregunta se dirige directamente a sus discípulos y a cada uno de nosotros: “Y según ustedes, ¿quién soy yo?”. Entonces Pedro, adelantándose a todos sus compañeros, responde: “El Mesías de Dios” (v.20). Al parecer la respuesta de Pedro era teológicamente brillante y merecía un diez de calificación. Pero el Mesías de que hablaba Pedro sería, en el imaginario popular, un líder nacionalista y guerrero que poseería el poder y la fuerza para liberar al pueblo de Israel del dominio romano. Por eso, dice san Lucas, que el Maestro “les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie” (v. 21).

San Marcos nos narra el mismo episodio e inmediatamente después describe el primer anuncio de la pasión y resurrección de Jesús. Y Pedro se niega aceptar el trágico destino del Maestro y se imagina que Jesús es presa del desaliento y pretende apartarlo de su camino. Pero Jesús reacciona con energía y reprende con dureza inusitada al líder de los doce (Mc 8,31-33).

La tercera pregunta está implícita en el evangelio de este domingo. El mismo Jesús se pregunta: ¿Quién soy yo? Y en seguida presenta sus credenciales como Mesías: “Es necesario que el Hijo del Hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día” (v.22). Jesús anuncia el rechazo de los senadores (ancianos), que representaban el poder político, de los sumos sacerdotes, representantes del poder religioso y, de los escribas que representaban a los intelectuales. Después de dar a conocer el destino que le espera, el camino que va a recorrer y la misión que va a cumplir, Jesús se dirige a nosotros. No quiere que nos hagamos falsas ilusiones y nos da a conocer las condiciones duras y tajantes que se necesitan para entrar a formar parte de sus discípulos.

La primera es negarse a sí mismo, es decir, renunciar a las tentaciones del poder, del placer y del dinero y, en general, a todo aquello que nos desvía de la opción de Cristo por los empobrecidos. De ahí la necesidad de un continuo discernimiento espiritual.

La segunda condición es cargar con su cruz cada día. José María Castillo explica esta condición, indicando que los discípulos tienen que estar dispuestos a seguir el mismo destino de Jesús. “Es la renuncia a toda seguridad personal (moral, social o religiosa), para seguir a un Maestro que compromete a sus discípulos en el camino de la inseguridad más radical, la inseguridad que lleva al abandono y a la muerte.” Es comprender que “el verdadero servicio al ser humano no se realiza desde el poder y la fama, sino desde la solidaridad incondicional con los más desgraciados de la tierra.”

Jesús nos pide que firmemos con una cruz y, eso significa “echar nuestra suerte con los pobres de la tierra”, como ha dicho José Martí. Una cruz fue la firma de una mujer anciana, que venía como testigo de una pareja de novios. Al final de la entrevista, le pedí que pusiera en el expediente su nombre o su firma. Ella me contestó, apenada, que no sabía leer y que su firma era un cruz.

Pero además el discípulo debe seguir a Cristo. Sólo el que entrega su vida por lo que vale la pena y antepone los intereses de Cristo a sus propios intereses…tiene la disponibilidad de seguir a Jesús. Seguir a Cristo es creerle, confiar en Él siempre. Significa salir de sí mismo para entrar en comunión de ideales, de principios y de vida con Él. Significa compartir con él su pasión por el Reino de Dios, orar para que “venga a nosotros tu Reino.” Y “en la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos.” (El gozo del Evangelio No. 180).

 

Elías López Bta. Pbro. 19 de junio de 2016

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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