02/02/2015 - 18:15
El texto que les comparto (tomado de emeequis), es de Iván Hoffman, y aunque es de cierta complejidad intelectual, me dio gusto encontrarme con él, ya que plantea cómo fue que Ghandi, con su gran liderazgo, logró lo que parecía imposible: liberar a la India del imperio británico a través de una revolución pacífica, teniendo como fondo algunos conceptos que yo comparto y que ya les he expresado en anteriores publicaciones.
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El cambio urgente que requiere México no va a ocurrir sólo porque cambiemos los ciudadanos y nos volvamos “buenos mexicanos”, que respetemos las leyes, etc. Si bien es cierto que no podemos predicar lo que no practicamos, no es tan cierto que con nuestro “buen” comportamiento lograremos que el régimen corrupto y opresor deje de explotarnos. A ellos, los opresores, les conviene que creamos la idea “new age” de que “si cambio yo, cambia todo a mi alrededor”, pues eso nos deja con la total responsabilidad individual sobre la opresión ejercida desde el régimen socio-político. Éste es un planteamiento simplista de: “tenemos el gobierno que nos merecemos”.
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Al mismo tiempo, sí es verdad que necesitamos cambiar nosotros, pues es la única forma en que podremos enfrentar a este gobierno. Necesitamos tener la fuerza interior que da el profundo anhelo de que México sea un país donde impere la justicia y desde donde cualquier mexicano tenga derecho a alimentación, techo, salud, educación y oportunidades laborales dignas. El ejemplo que nos está dando el mundo en países como España y Grecia debe inspirarnos.
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El cambio individual debe ir aparejado del cambio en acciones comunitarias. Necesitamos involucrarnos como CIUDADANOS ACTIVOS e íntegros para que el cambio suceda.
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Como el “monstruo pisa fuerte” y le molesta que se le descubran sus triquiñuelas, desaparece o mata a quienes considera incómodos para proseguir sus múltiples beneficios, por lo que si bien debemos reconocer el miedo a exponernos, hay que guardarlo en un cajón. El miedo a enfrentar al monstruo debe quedar archivado y debemos de reconocerlo si es que lo sentimos, pero, si trabajamos mucho en nuestro interior (desde la meditación, o a través de intentar seguir los pasos de Jesús, quien fue revolucionario, por ejemplo), sabremos que incluso la muerte es segura y que más vale morir por una causa justa y por defender al pueblo oprimido, que escondidos y esclavizados, ya sea en lo económico o en lo espiritual.
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Método y fin están inexorablemente ligados. No podemos matar al oponente porque él asesina a inocentes (como en el caso de Ayotzinapa). Nuestras armas deben de ser revolucionarias, sí, pero no armas letales que le roben la vida al contrario, y menos a policías o soldados que también son pueblo oprimido.
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Despegarnos de los resultados. No se vale decir: “Así ha sido siempre, ni para qué intentamos si es imposible”, o desanimarnos porque no vemos resultados inmediatos. El universo no permite que ninguna acción quede sin consecuencia. Tal vez no veamos los frutos de nuestro actuar, pero ya sembramos la semilla a favor de la verdad, de la bondad, de la justicia.
Que tengan un agradable descanso aquellos que hoy tienen asueto.
Mil bendiciones.
Mañana vamos rumbo a la Ciudad de México, a la primera reunión hacia una nueva Constituyente. Trabajando en varios frentes…
Un abrazo,
Cristina Sada Salinas